EL AMOR DESDE LA VERDAD

“Todas vuestras cosas sean hechas con amor” (1 Corintios 16:14)

El amor es una palabra tan manida que ha llegado a significar distintas cosas para distintas personas. Y esto, en relación a nuestra fe cristiana, siempre es peligroso. Siendo el amor el camino más excelente (1 Co. 12:31) por el que los cristianos estamos llamados a transitar, haríamos bien en reflexionar más a menudo sobre él; no sea que nos equivoquemos de camino, “porque hay camino que al hombre le parece derecho, pero su fin es camino de muerte” (Pr. 14:12; 16:25). Y es que uno también puede equivocarse en su manera de amar, porque también nuestro concepto de amor es imperfecto y se ve afectado por nuestro pecado. De ahí la necesidad constante de volvernos a las Sagradas Escrituras; a nuestro canon, nuestra vara de medir, nuestra norma o regla de fe y conducta –también en lo relacionado al amor–. Mirarnos en el espejo de la Palabra de Dios nos ayudará a evaluar nuestro caminar (Sal. 119:105), y a corregir y acomodar así nuestro paso al amor verdadero que Dios nos demanda. ¡Necesitamos hacerlo!, pues mucho me temo que el concepto de amor que nuestra sociedad actual maneja dista mucho del profundo significado que el amor tiene en las Sagradas Escrituras.

Hoy, lo que el amor evoca en la mente de muchos es pura sensiblería pusilánime. Hoy, amar es evitar herir a toda costa; sacrificar la verdad en aras de mantener una aparente paz y unidad. Hoy, si decir la verdad puede causar dolor en alguien, es mejor evitar decir la verdad. Hoy, ese es el camino del “amor” que muchos siguen, incluso dentro de nuestro contexto cristiano. Pero esta dicotomía que muchos han establecido entre el amor y la verdad no puede ser más antibíblica.

En la Biblia, amar nunca significa suprimir la verdad. La verdad, aunque a menudo duela, siempre debe acompañar al amor para que este sea “amor verdadero”. El amor y la verdad son mencionados juntos constantemente en las Escrituras. Vea algunos ejemplos:

  • “siguiendo la verdad en amor…” (Ef 4:15).
  • “por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos” (2 Ts 2:10).
  • “Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro” (1 P. 1:22).
  • “Sea con vosotros gracia, misericordia y paz, de Dios Padre y del Señor Jesucristo, Hijo del Padre, en verdad y en amor” (2 Jn. 1:3).

Amor y verdad son dos caras de una misma moneda. El amor a expensas de la verdad no es amor; es un engaño, una ficción.

Fue el amor lo que llevó a Jesucristo a predicar la verdad, a sabiendas de que eso haría que muchos procuraran su muerte (Lc. 19:47; 20:19; Jn. 7:1); fue el amor lo que llevó a Jesús a denunciar a los hipócritas de su tiempo (Mt. 15:7; 16:3; 22:18; 23:3-33), a sabiendas de que eso le causaría muchos problemas.

Nadie podría acusar a Jesús de falta de sensibilidad, de falta de empatía o de falta de amor y, sin embargo, por amar con amor verdadero acabó en una cruz. Lo que hoy muchos entienden como la aplicación del principio bíblico del amor no es sino el principio mundano de “vive y deja vivir” que se practica en nuestra sociedad secular. ¿No amó Juan el Bautista a Herodes cuando le reprendió por su inmoralidad sexual? ¿Acaso no amaba Pablo al apóstol Pedro cuando lo reprendió en Antioquía? ¿No amaba el apóstol Pablo a los gálatas o a los corintios cuando corrigió por carta sus errores? ¿No demostró Jesús su amor al amonestar duramente a Pedro cuando este trató de reconvenirle para que no muriera en la cruz del Calvario? ¿Es acaso mejor seguir la “amorosa” actitud de Elí al no reprender a sus hijos? ¿Es eso amor verdadero?

Sigamos el camino del amor bíblico, siempre con gracia, pero también con verdad. Y si por amar así, con este amor verdadero, nos ganamos el rechazo o la enemistad de alguien, ¿cuál es el problema? El apóstol Pablo se hizo esta misma pregunta: “¿Me he hecho, pues, vuestro enemigo, por deciros la verdad?” (Gá. 4:16). Él no sacrificó la verdad, sino que escogió un camino más excelente, el camino del amor verdadero. “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gá. 1:10), “así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones” (1 Ts. 2:4).

Acerca de José Daniel Espinosa Contreras

José Daniel Espinosa Contreras (B.Th., M.Th.) nació en Jaén (provincia andaluza), en 1993. Se graduó en Teología por la Facultad de Teología de las Asambleas de Dios de España en La Carlota (Córdoba). Máster Universitario en Teología por la Universidad de Murcia. Masterando en Teología Dogmática por el Centro de Investigaciones Bíblicas (CEIBI). Fue formado por la Universidad de la Laguna (Tenerife) en un curso de «Religiones en España». Sirve a Dios en el ministerio pastoral desde el año 2018, en un pequeño pueblo del sur de España, Torredelcampo. Es profesor de Historia del Nuevo Testamento en la Facultad de Teología A. D. (Córdoba) y de la Epístola a los Hebreos en la Escuela Evangélica de Teología (EET), y colabora como docente de la asignatura de «Fenomenología e Historia de las Religiones» en el CEIBI (Centro de Investigaciones Bíblicas). Autor de «¿A quién adoran los cristianos? Historia y teología de la Trinidad en el culto cristiano» (2017) y «Evangelización en un mundo posmoderno» (2021). Escribe como articulista en Protestante Digital y en otros medios digitales. Está felizmente casado con Natalia y es padre de dos hijos.
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